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Desarrollo Infantil Complejo: Una mirada integral

  • stevepedrazaweb
  • 31 may 2018
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 10 sept 2020


El desarrollo infantil es un constructo social que puede ser comprendido de diversas formas pues son varias las posiciones filosóficas que le subyacen y, al mismo tiempo, establecen las distinciones en conceptos que guían su marco referencial.

El desarrollo infantil es un constructo social que puede ser comprendido de diversas formas pues son varias las posiciones filosóficas que le subyacen y, al mismo tiempo, establecen las distinciones en conceptos que guían su marco referencial. En este sentido, podríamos hablar de tres nociones filosóficas básicas: nomotética, ideográfica y compleja. Mismas que están en estrecha correlación en su objetivo, pero distan en el objeto de estudio, el método de investigación y el alcance de los resultados que pretenden (Pedraza, 2014).


La noción nomotética establece distinciones que invitan a pensar en un orden de pensamiento orientado hacia la clasificación, la designación y el establecimiento de parámetros métricos. El desarrollo se define entonces como un proceso por el cual atraviesa un sujeto, comprendido por varias etapas interdependientes entre sí y, a la vez, marcadas por periodos críticos para la configuración de tareas evolutivas específicas.


La noción ideográfica busca dar respuesta a un pensamiento orientado en lo particular, lo analítico y lo analógico. El desarrollo por lo tanto se define como un proceso en el cual está inmerso un individuo, caracterizado por la consecución de metas evolutivas que mantienen un sentido ascendente y estructural en la consecución de un objetivo último.


Mientras la noción compleja está dirigida a establecer la relación entre factores determinantes, la configuración de un marco de comprensión-acción ecológico y la confluencia de lo caótico, lo representacional y lo adaptativo. El desarrollo se construye y especializa en la relación continua entre diferentes nodos de interacción dentro de los cuales están la familia, la comunidad y el contexto socio cultural del niño o la niña (Pedraza, 2014).


En otras palabras:

Esta teoría forma parte de las teorías dialécticas contextuales que explican el cambio de conducta del individuo a través de la influencia del entorno o medio siendo, por lo tanto, un cambio multidireccional (según la cultura un individuo será de una manera de ser diferente a otro), multicontextual y multicultural (Masterpasqua y Perna, 1997; pg. 26).

La noción compleja del desarrollo invita a configurar una línea del pensamiento abierta, plausible e integral en la cual cada detalle, situación, circunstancia y/o evento determinan la aparición de una serie de especializaciones funcionales, que terminan siendo la representación simbólica de un grupo social más que la evidencia de avances individuales y/o particulares.


La mirada compleja de la realidad implica la comprensión relacional de los diferentes elementos que hacen parte de un mismo sistema y no la búsqueda de explicaciones causales a estás relaciones. Supone establecer nodos de conexión articulados entre sí y asumir la variabilidad caótica a la que están sujetas estas conexiones. En consecuencia, invita a tener un acercamiento metodológico dinámico, construccionista y ecológico (Pedraza, 2014).


En la actualidad, alcanzar una mirada compleja de la realidad no es una tarea sencilla pues la predominancia de la mirada casualista impera en las diferentes áreas del conocimiento que erigen su trabajo hacia el tema del desarrollo infantil (neurociencias, medicina, psicología, pedagogía, antropología, entre otras). Esto lleva a encontrar numerosos textos de consulta escritos desde la mirada causal y un número reducido desde la mirada compleja. La intención última es avanzar ahora hacia la construcción de nuevas comprensiones orientadas a una definición del desarrollo más abierta, conexionista, contextualista y socio cultural. Así, Lavanderos y Malpartida (2000) proponen que:


La relación organismo-entorno especifica un ámbito sistémico, un contexto donde la relación misma se constituye en sistema de comunicación que, como fenómeno comunicacional, se expresa en una manifestación emergente que podríamos denominar conducta. No es posible por lo tanto disociar «conducta» de «relación» (pág. 21).

En este orden de ideas, el desarrollo infantil desde la comprensión compleja considera en su configuración los diferentes sistemas ecológicos planteados por Urie Bronfenbrenner (1992), a saber:


  • Microsistemas: configuran en forma íntima e inmediata el desarrollo humano. En el caso de los niños y las niñas, los microsistemas primarios incluyen a la familia, el grupo de los pares, el aula, el vecindario, es decir el ámbito más próximo del individuo.

  • Mesosistemas: se refieren a las interacciones entre los microsistemas, como cuando, por ejemplo, los padres y las madres coordinan sus esfuerzos con los docentes para educar a los niños y las niñas.

  • Exosistemas: incluyen todas las redes externas mayores que las anteriores como las estructuras del barrio, la localidad, la urbe y otras.

  • Macrosistema: lo configuran los valores culturales y políticos de una sociedad, los modelos económicos y condiciones sociales.


El desarrollo infantil complejo advierte además el papel de la cultura como determinante de las especializaciones funcionales que se evidencian en los diferentes grupos sociales y, a la vez, como parte crucial de las representaciones simbólicas que promueven las acciones hacia la infancia al interior de cada comunidad. Esto sugiere que si bien hay hitos del desarrollo común entre los grupos etarios y poblacional, la organización de las funciones comunicativas, motoras, relacionales e intelectivas difiere de acuerdo con las situaciones experimentadas en contexto. Y a la vez, que cada grupo social construye una serie particular –única- de conductas movilizadoras caracterizadas representacionalmente por dos vías complementarias: (1) representacional- bidireccional en la cual las acciones van dirigidas hacia los niños y niñas y (2) representacional – circular en la cual las acciones comprenden los diferentes nodos del sistema (Pedraza, 2014).


Al respecto, Masterpasqua y Perna (1997) agregan: “Los sistemas complejos, en su desarrollo y cambio constante, no sólo se adaptan a sus entornos, sino que, a menudo, se auto organizan rebelándose contra las condiciones que les impone dicho entorno y hasta logran cambiarlo, como expresión –no reflejo- de su cambio” (pg. 90).


Por estas razones, el desarrollo infantil complejo invita a la articulación y a la integración entre diferentes miradas, posiciones conceptuales, posiciones metodológicas, factores determinantes y elementos socioculturales. Esto promueve un ejercicio de conexión permanente entre los observadores y los observados que trasciende del orden objetivo-causal al orden de la subjetividad- relacional. Un ejercicio en el cual cada elemento se enlaza con el otro sin un orden aparente, y manteniendo una representación que solo en la comprensión de la totalidad, adquiere sentido para quien busca su comprensión.


La articulación es un ejercicio de pensamiento y, a la vez, de acción necesario para promover la adopción definitiva de una mirada paradigmática compleja en la cual el todo es más que la suma de las partes. Esta se realiza mediante el reconocimiento permanente de lo relacional, el determinismo, la circularidad y lo caótico. A la vez, presume el establecimiento de reglas para la comprensión de las relaciones dentro de cada sistema y el diseño de patrones de interpretación para dar sentido a lo representacional – simbólico- (Pedraza, 2014).


En definitiva, el desarrollo infantil complejo -integral- entra en el terreno de la subjetividad de los individuos por lo que elabora y acciona en el conjunto de las condiciones de su existencia material, de sus relaciones sociales, de sus prácticas cotidianas y de las producciones culturales que conforman, finalmente, la subjetividad social. Esto conlleva a una forma de comprensión del constructo propia del pensamiento complejo.

 
 
 

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